El día de hoy iba a ser un día muy especial, un día que recordaríamos para el resto de nuestra vida. Hoy veríamos ballenas, visitaríamos la famosa Godafoss, daríamos un paseo por las casitas de Glaumbaer, intentaríamos avistar focas en la península de Vatnsnes, conoceríamos al troll de Hvítserkur y, ¿vendría a visitarnos la Aurora Boreal?
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Avistamiento de ballenas en Húsavik
En este octavo día del viaje íbamos a recorrer toda la parte norte de la isla. Sólo de coche teníamos por delante unas 6 horas, por lo que no teníamos tiempo que perder. A las 9 de la mañana ya nos encontrábamos en Húsavík porque a las 9:45 teníamos reservada una excursión para el avistamiento de ballenas con Gentle Giants. Antes de acercarnos al muelle dimos un pequeño paseo por el pueblo y descubrimos que en Húsavík se encontraba la faloteca, un museo con más de 300 penes de diferentes especies. No pudimos entrar, pero tiene que ser cuanto menos curioso, jajaja. En la actualidad, la faloteca se encuentra ubicada en Reikiavik.
A las 9:45 nos estábamos subiendo al barco Sylvía que nos iba a llevar por la bahía de Skjálfandi en busca de ballenas. Cuando nos montamos en el barco nos dieron la posibilidad de subirnos al piso situado sobre el puente de mando. Pensamos que desde arriba podríamos tener una mejor visión de los animales por ambos lados, así que nos subimos. La verdad es que al principio nos lo pasábamos bien, pero cuando el barco salió a mar abierto y cogió velocidad empezamos congelarnos. Menos mal que al poco unos delfines hocico blanco comenzaron a saltar a nuestro lado y con la emoción el frío desapareció. De todas formas, si no vais muy equipados para el frío, en el barco os darán un monos para protegeros.
Unos minutos después, a lo lejos, vimos un rorcual aliblanco. Nos emocionamos mucho al ver cómo respiraba y expulsaba aire al salir a la superficie, pero lo mejor estaba por venir. Tras un buen rato y cuando ya pensábamos que no íbamos a tener suerte, nos encontramos a una familia de ballenas jorobadas. ¡¡Estaban justo a nuestro lado!! Estuvimos más de 10 minutos navegando junto a ellas, viendo cómo respiraban, daban coletazos y se zambullían profundamente. Sabíamos que, de vez en cuando, saltan sobre el agua dejando ver casi todo su cuerpo, pero no tuvimos suerte. Tras un par de zambullidas profundas, volvieron a aparecer pero muy lejos, así que nuestro capitán decidió que ya era hora de volver a tierra. Poco antes de llegar a puerto, Peter, el guía de la excursión, nos dijo que por la noche no nos olvidásemos de mirar al cielo ya que si estaba despejado y había suerte podríamos ver las increíbles Northern Lights. Para los que como yo, no sepáis qué es eso de las Norhtern Lights son ¡Auroras Boreales! Tuvimos que acercarnos a preguntar para ver si habíamos entendido bien porque siendo 23 de agosto no es común que haya Auroras Boreales. Pero sí, habíamos entendido bien. ¡Tendríamos que estar atentos! Con el gusanillo en el cuerpo, no podíamos esperar a que llegase la noche. ¿Habría suerte?
La excursión de las ballenas fue una experiencia que nos encantó y pese a que en algún momento pasamos mucho frío, tener ballenas a pocos metros y ver cómo se mueven y respiran fue una pasada. Nosotros estuvimos algo más de tres horas de travesía, pero dependiendo del mar y las circunstancias puede variar.
Godafoss, la cascada de los dioses
Al volver a Húsavik y bajarnos del barco nos encontramos con un puesto de perritos (lo tenéis señalado en el mapa). Como teníamos frío y algo de hambre, no pudimos resistirnos a comprarnos un par de ellos por cabeza. Nos supieron a gloria y nos dieron fuerza para coger el coche y llegar hasta Godafoss (Goðafoss). El camino es de unos 45 minutos por carreteras asfaltadas hasta el parking situado a unos 300 metros de la cascada.
Godafoss es una cascada donde las aguas del río Skjálfandafljót se precipitan desde una altura de doce metros. Su anchura es de unos 30 metros y está dividida en dos por una enorme piedra, por la que cae también un pequeño chorro.
En cuanto nos acercamos, una de las cosas que nos llamó la atención fue el color del agua. Tenía esas tonalidades celestes que le dan ese aire tan místico. Es una cascada preciosa. A medida que te aproximas al borde, el ruido y el vapor en suspensión te permite hacerte una idea de la fuerza del agua en la caída. Existe un saliente, justo delante de la cascada, que es el mejor sitio para poder contemplarla. Nosotros estuvimos allí un buen ratillo haciendo fotos y disfrutando del espectáculo. Como en Islandia en casi todos los sitios los límites los pone tu sentido común, no hay nada que te impida acercarte hasta el mismísimo salto de agua. Nosotros estuvimos en el borde de la primera caída y la verdad es que daba bastante impresión.
Godafoss forma parte de la historia de Islandia. Su significado es «la cascada de los dioses». Este nombre se debe a que sobre el año 1000 el lagman Þorgeir u «hombre de leyes» estableció que los islandeses adoptaran la fe cristiana y, según se cuenta, para ratificar su decisión, arrojó sus antiguos iconos paganos por la cascada. Curioso, ¿verdad?
Esta cascada nos gustó mucho. Además, el camino que lleva desde el parking pasa por delante de Geitafoss, otra cascada más pequeña situada aguas abajo. Godafoss y Geitafoss se pueden visitar desde ambos márgenes. Desde el parking se pude pasar el puente que queda a mano izquierda para alcanzar la otra orilla del río. Desde allí hay un camino que lleva hasta el margen derecho de Godafoss. Nosotros no teníamos tiempo, pero parece una opción interesante.
Estuvimos allí casi una hora, ya que aprovechamos para comer y tomarnos un maravilloso Skyr. ¿No sabéis qué es el Skyr? Pues un delicioso lácteo con textura de yogurt y un sabor exquisito! No os podéis ir de allí sin probarlo. ¡Os va a encantar! Se convirtió en nuestro postre favorito, sobre todo el de arándanos. Se me hace la boca agua de solo pensar en él!
Las casas de turba de Glaumbaer
Nuestra siguiente parada ese día era Glaumbaer (Glaumbær), donde llegamos después de más de dos horas de coche siguiendo la Ring Road en dirección oeste y pasando por fiordos y praderas preciosas.
Glaumbaer es un museo que muestra cómo era una granja en Islandia en el siglo XIX. Lo que más llama la atención es la estructura de sus casitas construidas a base de turba y madera. Los techos están cubiertos de hierba, que permite aislar la casa del frío manteniendo la temperatura en el interior. Para las paredes, el armazón y el revestimiento se utilizaban bloques de turba y la madera que llegaba a la deriva a la costa. El uso de estos materiales se debía a la escasez de piedra en la zona y al ingenio de los lugareños que, colocando los bloques de una forma específica, lograban construir una estructura que aguantaba el peso de las grandes nevadas del invierno. La granja es muy curiosa. Se puede entrar y dar un paseo por su interior. Nosotros llegamos a las 19:00, pero cerraban a las 18:00, por lo que no pudimos hacer la visita. De todas formas, hemos leído que es muy interesante. Las casitas están comunicadas para que la gente que allí vivía no tuviesen que salir al exterior en invierno. Cada estancia se utilizaba con un fin: cocina, habitación, bodega, despensa, cuadra…y cada una está decorada con muebles, herramientas y utensilios originales de la época.
Este sitio es un emblema de la arquitectura tradicional de granjas con tejados de turba, lo que hace que sea una parada obligatoria si estáis visitando la zona. Si queréis entrar hay que pagar una entrada, pero si no queréis o no tenéis tiempo, se puede dar una vuelta alrededor de estas construcciones y su bonita iglesia. A nosotros nos gustó mucho el paseo y observar estas casitas tan curiosas y diferentes a lo que estamos acostumbrados.
Vídimýrarkirkja, la iglesia de turba
A apenas 10 minutos en coche cogiendo la carretera 75 en dirección norte llegamos a Víðimýri. En este pequeño pueblo se encuentra la Vídimýrarkirkja (Víðimýrarkirkja), una de las pocas iglesias de turba existentes en Islandia. Esta iglesia fue construida en 1834 y merece la pena parar unos minutos para verla. Cuando nosotros llegamos estaba cerrada, así que nos pusimos a cotillear por la puerta. En ese momento se nos acercó una señora muy simpática que nos abrió la puerta para que la pudiésemos ver por dentro y, si no recuerdo mal, no pagamos nada. A día de hoy hay que pagar una pequeña entrada y la verdad es que el interior es muy cuco, pero no tiene demasiado. La iglesia es super pequeñita y lo que más destaca es que todo su interior está completamente hecho de madera y con una estructura muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Es muy curioso que las bancadas estén separadas del altar por dos medias paredes abiertas en la zona superior. El altar es muy pequeño y simple y también tienen un pequeño órgano de madera. La visita no lleva más que cinco minutos y, si os apetece, es curiosa de ver.
Focas en la península de Vatnsnes
Una vez salimos de la iglesia volvimos al coche para intentar encontrar focas en la península de Vatnsnes. El camino hasta allí nos llevó casi dos horas. La mayor parte del trayecto es por la Ring Road, pero los últimos 40 Km son por un camino de tierra lleno de baches, agujeros y ovejas, por lo que había que tener mucho cuidado y no se podía ir muy rápido. Mientras íbamos por este camino, una manada de unos 15 caballos surgió de la colina que estaba a nuestra derecha y se pusieron a correr justo a nuestro lado. Nosotros nos quedamos flipando mirándolos. En un instante nos adelantaron y bajaron a la carretera. Estuvieron corriendo delante de nosotros unos segundos hasta que salieron de la carretera y se perdieron en la pradera. En Islandia no hay caballos salvajes, pero muchos de ellos viven en semi-libertad durante el verano y corren a sus anchas por los prados. La experiencia fue una pasada.


La pista 711 pasa junto a varios lagos que no perdimos la oportunidad de fotografiar. El punto al que nos dirigíamos era Hindisvík y cuando llegamos ya comenzaba a oscurecer, eran las 21:30! Allí teníamos identificada una ruta de senderismo para poder acercarnos a ver focas y lobos marinos, pero al llegar allí nos encontramos con un cartel enorme que nos indicaba que el camino estaba cerrado por conservación de las especies… ¡Qué chasco! En el cartel se indicaban otras zonas de avistamiento en la península como Hvammstangi, Illugastaðir u Ósar, a excepción de entre mayo y mitad de julio debido a que es época de cría de aves. Era tan tarde que ya no podíamos acercarnos a ninguno de estos sitios, una pena no haberlo sabido esto antes.
Hvítserkur, el troll de piedra
Ya de camino hacia nuestro albergue Sæberg HI Hostel en Reykjaskólavegur pasamos por delante de Hvítserkur y no pudimos resistirnos a parar para verlo durante unos minutos. Hvítserkur es una formación rocosa de origen volcánico de 15 metros de alto que se encuentra en la orilla del mar. Dice la leyenda que se trata de un troll que se convirtió en piedra cuando le sorprendió el amanecer mientras trataba de destruir el monasterio de Þingeyrar. Hay un camino que permite bajar a la playa y, dependiendo de las mareas, es posible incluso tocarlo. Nosotros nos tuvimos que conformar con verle desde lo alto, ya que teníamos que salir pitando hasta el hostel y aún teníamos una hora de camino.
La aurora boreal, un sueño hecho realidad
Cuando llegamos allí era ya muy tarde. Los otros huéspedes ya estaban terminando de cenar o pasando los últimos momentos del día en la sala de estar. Nuestra habitación estaba en la planta de abajo, y en lo que bajamos, nos cambiamos y preparamos las cositas para la cena, todo el mundo se había ido a dormir. Serían las doce y algo cuando estando en el comedor me senté junto al gran ventanal y, como las palabras de Peter no se nos iban de la cabeza, miré al cielo. De repente, me pareció ver algo verde. Me quedé en shock y le grité a Alberto que apagase la luz, ya que no sabía si era un reflejo de la bombilla. Al quedarnos a oscuras vimos que el cielo era verde, ¡era VERDE! ¡LA AURORA BOREAL!
Dejamos la cocina empantanada y nos bajamos corriendo a la habitación para coger el abrigo y salir a la calle. El espectáculo que contemplamos era asombroso. Varias líneas serpenteantes de luz verde intenso, casi fosforito, recorrían el cielo de lado a lado. Sus movimientos eran hipnóticos. Los haces de luz bailaban sobre nuestras cabezas, a veces dividiéndose para formar otra línea más y a veces uniéndose dando lugar a una sola. No hablábamos, la aurora nos había dejado sin palabras. En ocasiones, los movimientos se volvían mucho más rápidos e incluso en un momento cambió de colores: de verde a morado acabando en blando. Guau, qué bonito! No podíamos creernos la suerte que teníamos, había sido un cúmulo de circunstancias que hacía que pudiésemos estar allí anonadados por esa maravilla de la naturaleza. Si no hubiese estado el cielo despejado en nuestra zona, si la casa no hubiese estado a las afueras del pueblo, si no hubiésemos cenado tan tarde, si Peter no nos hubiese avisado y si no nos hubiese dado por cenar en el comedor, nos hubiésemos perdido una de las experiencias más maravillosas de nuestra vida. Puede parecer una bobada, pero todos nuestros compañeros del albergue se lo estaban perdiendo y todo por haberse ido media hora antes a la cama… no podíamos creernos la suerte que habíamos tenido.
Estuvimos más de media hora a la intemperie con temperaturas por debajo de los 0ºC. Tal era la emoción que no nos dimos cuenta de que sólo teníamos puesto el pijama y un cortavientos, pero no teníamos frío. El mundo se había parado para nosotros, sólo se movían las luces verdes en el cielo.
Las Auroras aparecen cuando las partículas del viento solar entran en contacto con la magnetoesfera de la Tierra. Los colores pueden variar dependiendo de la composición de estas partículas dando lugar a Auroras verdes, azules, rojas o moradas. Su actividad pude durar desde unos pocos minutos hasta horas. La nuestra era verde y duró muchísimo tiempo. Cuando estábamos allí pensé en qué creerían los antiguos habitantes de estas zonas al verlas. Tendría que ser algo mágico para ellos, lo estaba siendo para mí y eso que sé que existe una explicación científica, así que para ellos tendría que ser algo sobrenatural. Leyendo hemos visto que para los antiguos vikingos la aurora representaba la armadura de las Valkirias, las valientes guerreras vikingas, que emitían bellos destellos al ir hacia el Valhalla. Y en Oriente, las auroras se describían como dragones o serpientes moviéndose en el cielo.
Nos dio muchísima pena, pero teníamos que volver a la cocina para terminar de cenar. Cenamos casi a oscuras, junto a la ventana, mientras la aurora boreal seguía danzando en el cielo. Si hubiese sido por nosotros aún seguiríamos pegados a aquel cristal maravillados por aquellas impresionantes luces, pero teníamos que irnos a la cama. Había sido tan espectacular que caímos rendidos, mañana sería un nuevo día y, aunque no volvieron a aparecer, todos los días mirábamos al cielo antes de irnos a dormir por si las Northern Lights volvían a iluminarse.
Mapa del norte de Islandia
A continuación os dejamos un mapa con los puntos de interés del norte de Islandia que visitamos durante nuestro octavo día en el país, además de otros que también puedes ver (marcados en amarillo).
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