La ruta de hoy por los fiordos del este era una de las más largas de todo el viaje de Islandia. Teníamos por delante más de cinco horas de coche recorriendo los fiordos, para llegar al Lago Lagarfljót y hacer el trekking hasta Hengifoss, la segunda cascada más alta de la Islandia.
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Jökulsárlón, un lago lleno de icebergs
El día amaneció espectacular, sin viento ni lluvia. ¡Incluso en ocasiones se veía el sol! Como se nos había quedado la espinita clavada con lo poco que habíamos disfrutado de Jökulsárlón el día anterior, decidimos volver hasta allí. Deshacer los 70 Km desde nuestro alojamiento hasta la laguna nos llevó algo menos de una hora, pero mereció la pena. Jökulsárlón lucía de forma totalmente diferente. La ausencia de bruma dejaba una estampa preciosa con el lago de icebergs en primer plano y las lenguas del glacial Vatnajökull de fondo. Como ya os contábamos en el post anterior, Jökulsárlón es un lago de reciente creación que apareció en 1935, aunque fue a partir de 1975 cuando duplicó su superficie hasta los 18 km2 actuales. Su formación se debe a la fusión del glaciar Vatnajökull y lo que le hace tan peculiar es que se encuentra repleto de icebergs que se desprenden de la lengua glaciar Breiðamerkurjökull.
Tras disfrutar del paisaje y hacernos unas fotos, decidimos hacer una excursión entre los icebergs con un barco anfibio. Para contratar la excursión nos acercamos a una cafetería que se encuentra junto al puente de Jökulsárlón, preguntamos y nos subimos en el siguiente barco que salió. Las excursiones se organizan cada media hora, por lo que no hay que esperar demasiado. La empresa que lo organiza se llama Ice lagoon y el precio del tour en barco anfibio es de 5.700 ISK (46,74 €), pero si optas por ir en una zodiac el precio sube a los 9.800 ISK (80,36 €). Tenéis toda la información, precios y horarios en su web.
Una vez subidos en el camión-barco, éste se acercó a una pequeña rampa y comenzamos a navegar por el lago pasando entre los icebergs. Mientras te quedas hipnotizado mirando las formas y colores del hielo, un guía te explica cómo se formó la laguna, la historia del glaciar, los diferentes colores del hielo y otras curiosidades. En un determinado momento suben a bordo un trozo de iceberg, lo parten y te dan un trocito para probar. ¡¡Estamos hablando de hielo milenario!! A mí, que se me pasa el frío a los dientes, estuve a punto de rechazarlo pero al final lo probé. No sé si por la densidad del hielo o por qué, pero no me hizo daño. ¡Era la primera vez en mi vida que ronchaba hielo sin morirme del dolor!
La excursión dura entre 30 y 40 minutos y, en principio, son en inglés pero existe la posibilidad de que alguna se haga en español, para ello tenéis que preguntar al comprar los billetes. Estas excursiones sólo están disponibles de mayo a octubre, aunque pueden extenderse o cancelarse dependiendo de las condiciones climáticas. A nosotros el paseo nos gustó bastante, por lo que os lo recomendamos. Eso sí, cuando fuimos nosotros era mucho más barato que hoy en día.
Cerca de Jökulsárlón se encuentra Breiðárlón, un lago en el que también podréis ver icebergs. Nosotros no nos acercamos, pero según hemos leído merece mucho la pena. No tiene la majestuosidad de su hermano mayor, pero a cambio está mucho menos concurrido que el otro. Incluso puede que lo podáis disfrutar en soledad.
Diamond beach, la playa de los icebergs
A escaso kilómetro y medio de la laguna se encuentra el mar. Ambos se encuentran comunicados por un pequeño río que desemboca junto a la playa Diamante o Diamond beach. Supongo que se llamará así por lo que te encuentras varado en su arena, cientos de brillantes icebergs. El motivo de por qué la playa está plagada de icebergs es porque las masas de hielo salen flotando de la laguna hacia el mar por el pequeño río, pero las corrientes marinas empujan a muchos de ellos hasta la playa
Merece la pena acercarse a este sitio ya que está a apenas 2 minutos en coche de Jökulsárlón y allí vas a poder caminar entre icebergs, tocarlos, disfrutar de sus curiosas formas o jugar con ellos. A mí me fascinaban las formas del hielo y me pasaba como con el gotelé, que me quedaba mirándolo buscando formas. ¿Tú no ves ahí una cara?
Los fiordos del este de Islandia
Cuando salimos de la playa comenzamos a dirigirnos hacia el este por la carretera principal, la Ring Road. Por delante teníamos más de cinco horas de viaje, pero lo bueno de conducir por Islandia es que sus paisajes son tan diferentes y bonitos que es imposible aburrirse. En la zona este el entorno cambia completamente ya que la carretera discurre junto a varios fiordos. Berufjörður, Lónsfjörður, Álftafjörður o Hamarsfjörður son algunos por los que pasamos, una pena que el día no estuviese despejado y la bruma cubriese una parte de ellos. Pese a todo, es una pasada conducir por estas carreteras y poder disfrutar de estas vistas.
En aquellos momentos Alberto no solía conducir coches, por lo que todos los trayectos me los hacía yo. Aprovechando que en esta zona la carretera era sencillita, apenas había tráfico y que yo estaba algo cansada, decidimos que era momento de estrenarse en tierras islandesas. Siguiendo la Ring Road se subió todo el valle de Breiðdalur por una pista de tierra serpenteante. Al llegar a lo alto paramos para disfrutar de las vistas e inmortalizar este gran estreno.
Hengifoss, una de las cascadas más altas de Islandia
Tras más de cinco horas desde Jökulsárlón llegamos al punto de salida del trekking que lleva a Hengifoss. Allí se encuentra un parking en el que se puede dejar el coche durante el tiempo que estéis haciendo la ruta. Para llegar hasta allí sólo hay que seguir la Ring Road hasta Egilsstaðir, donde tomaremos la carretera 95 unos pocos kilómetros hasta el cruce con la 931, que tomaremos para ir bordeando el lago hasta un puente que lo atraviesa. Nada más pasar el puente nos encontraremos el parking a mano izquierda. El trekking hasta Hengifoss es de aproximadamente 2,5 Km y suele llevar algo menos de una hora, aunque esto depende mucho del estado del terreno y nuestra forma física, ya que es en subida.
El sendero discurre por el lateral del río Hengifossá y se van atravesando diferentes puertas que evitan que el ganado se escape. Para continuar tenemos que abrirlas, pero es importante asegurarnos que las cerramos tras nuestro paso. El camino no es complicado aunque, si ha llovido, puede tener algunas zonas resbaladizas. Después de algo más de un kilómetro nos vamos a encontrar con Litlanesfoss, una bonita cascada de unos 30 metros que se encuentra completamente rodeada por unas enormes columnas hexagonales basálticas. Estas columnas de entre 10 y 20 metros son de las más grandes de la isla. Esta cascada no tiene tanta fama como su hermana mayor, pero también tiene su encanto. Además, si tenemos un día despejado, al fondo aparece la imponente Hengifoss. Ambas nos recordaban a la cascada Svartifoss que habíamos visto el día anterior.
Tras algo menos de kilómetro y medio vamos a llegar a Hengifoss que con sus 128 metros de altura es la segunda cascada más alta de Islandia. Este salto de agua vertical se encuentra en una garganta cuya pared tiene una peculiaridad: presenta una sucesión de estratos de arcilla roja intercalados con capas de oscura lava basáltica formadas durante el periodo Terciario hace 5 o 6 millones de años. Las capas rojizas se formaron por la oxidación del hierro existente en la arcilla y provienen de la fosilización de árboles de coníferas. Eso indica que hubo un tiempo en que el clima de Islandia fue mucho más cálido. Este cortante es como un reloj geológico que muestra la alternancia de enormes erupciones volcánicas con otras etapas de recuperación.
Hemos leído que cuando el caudal del río es escaso (normalmente en otoño) se puede caminar hasta los pies de la cascada e incluso es posible pasar por detrás, donde existe una pequeña cueva. Nosotros, que visitamos el país en agosto, nos paramos en el primer punto en el que el río te corta el paso. Podíamos haber probado a pasar, pero había demasiadas probabilidades de no saltar lo suficiente y meter los pies en el agua y congelarnos. Supongo que cuando el caudal es menor será más sencillo cruzar de una orilla a otra.
El mejor momento para llegar a Hengifoss es por la mañana, ya que el sol la ilumina directamente, pero en nuestro caso no pudo ser y llegamos por la tarde, cuando solo unos rayos de luz iluminaban la parte superior. Igualmente la cascada es espectacular.
El camino de vuelta discurre por el mismo sitio, eso sí, al ser bajada, cuesta menos. Además, al pasar nuevamente delante de Litlanesfoss vamos a tener unas preciosas vistas del valle Fljótsdalur y del lago Lagarfljót.
Cuando llegamos al coche ya era tarde. Este día habíamos pensado acercarnos a los fiordos de Mjóifjörður o Seyðisfjörður, pero ya no era posible y decidimos ir directos a nuestro alojamiento situado en Reyðarfjörður, el Hjá Marlín Guesthouse. Eso sí, aprovechando que la carretera bordeaba el lago Lagarfljót hicimos una pequeña parada para ver si teníamos suerte y lográbamos ver a Lagarfljótsormur, el gigantesco gusano de mar que habita en sus misteriosas aguas y que es el equivalente islandés del monstruo del lago Ness. No hubo suerte, pero disfrutamos del atardecer en sus orillas.
Otro día terminaba en Islandia. Había sido una jornada larga de conducción, pero cuando se hace por las carreteras de Islandia y en buena compañía, se hace más llevadero.
Si estáis haciendo esta ruta y tenéis tiempo, podéis visitar el fiordo de Mjóifjörður o el pueblo de Seyðisfjörður. Son dos lugares bastante recomendables dentro de los fiordos del este.
Mapa del este de Islandia
A continuación os dejamos un mapa con los puntos de interés del este de Islandia que visitamos durante nuestro quinto día en el país, además de otros que también puedes visitar (marcados en amarillo).
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