Palacio Bahía, palacio el Badi y tumbas Saadíes en Marrakech

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El día comenzaba temprano, tocaba madrugar para ir a trabajar. Pero lo hacíamos con ganas porque por la tarde tendríamos nuestra recompensa. ¡Comenzaba nuestra aventura por el sur de Marruecos! Poco después de comer cogimos un bus Alsa rumbo a Madrid. Nos bajamos en la estación de Méndez Álvaro, y tras un largo trayecto en el metro madrileño, llegamos al aeropuerto de Madrid. Allí nos montamos en un vuelo de Ryanair a Marrakech y en apenas dos horas llegamos a nuestro destino. Ahora sí podíamos decir que ya había comenzado nuestro viaje al Sur de Marruecos.

Llegada por la noche al aeropuerto de Marrakech

Lo primero que hicimos al bajar del avión fue buscar un cajero automático para sacar algo de dinero, pero no encontramos ninguno operativo. Como necesitábamos tener algo de efectivo, decidimos ir a una casa de cambio que estaba en el propio aeropuerto. No era la mejor opción, pero sí la única que teníamos. Cambiamos 50 € por 507 MAD que pese a no ser el mejor cambio del mundo, tampoco era demasiado malo. Si ahora volviésemos, os recomendaríamos que usaseis las tarjetas Bnext (desde este enlace conseguirás 5 € al activar tu tarjeta) y Revolut. Con estas tarjetas puedes sacar dinero de cualquier cajero del mundo, al cambio de moneda oficial (de Visa y Mastercard) y sin que te apliquen ninguna comisión. Y además son gratuitas.

Eran las diez y media de la noche y al ser tan tarde teníamos opciones bastante limitadas para llegar al centro de la ciudad desde el aeropuerto, así que cogimos un taxi nada más salir de la terminal.

Durante el camino fuimos hablando con el taxista de fútbol, al día siguiente era el clásico, y también nos fue enseñando algún monumento de la ciudad cuando pasábamos delante de él. No solo conducía, sino que también hacía las veces de guía turístico. La verdad es que era bastante simpático.

Tras un cuarto de hora llegamos a una plaza de la medina de Marrakech. El taxista nos dijo que no podía meterse con el coche por las calles tan estrechas, pero que no nos preocupásemos, que el riad estaba justo al lado. Como nos había parecido majo y también nos había contado ciertas cosas interesantes de la ciudad, decidimos darle una pequeña propina aparte de lo que marcaba el taxímetro. Tras pagarle, el taxista se bajó del coche y habló con unos chicos que estaban allí y nos dijo que ellos nos guiarían hasta el riad. Los chavales nos llevaron por las callejuelas de la medina hasta que llegamos a la puerta del riad. Les dijimos que gracias, pero cuando íbamos a llamar a la puerta nos dicen con cara seria: «Dinero». Nos quedamos a cuadros. Les respondo que yo ya he pagado al taxista y que no les voy a dar nada a ellos. Nos dicen que no, que nos han guiado hasta allí y que les tenemos que dar algo. Pese a todo, me mantengo en mis trece y les digo que de eso nada. Se empiezan a cabrear e insisten en que les tenemos que dar dinero por traernos al riad, que son guías. Tras un rato de discusión y viendo que ellos son dos, uno bastante grande con una cicatriz en la cara que daba bastante miedo, y otro más pequeño pero que estaba bastante nervioso, decido llamar al timbre del riad. Mientras tanto les vuelvo a decir que el taxista no nos había dicho nada de pagarles, que lamentaba el malentendido y que creía que él ya les había dado una propina. Tras un minuto eterno, se abre la puerta del riad y vemos al recepcionista con cara seria y asustada. Vaya, eso significa que la situación no pinta bien. Saco dos monedas de dos euros y les digo que eso es lo único que tengo y que les puedo dar, que no tengo nada más. Acto seguido, sin darles posibilidad de respuesta, les estreché la mano, les dije adiós y nos metimos al riad.

El recepcionista nos dijo que habíamos manejado bien la situación y que habíamos hecho bien en darles un poco de dinero para que no se pusiesen agresivos. También no dijo que por eso recomiendan el servicio de transfer privado al riad, sobre todo si llegas por la noche. Pero bueno, al final la situación no fue a más. Sí que habíamos oído hablar de los falsos guías en la medina de Marrakech, pero no creíamos que pudiesen darse situaciones tan tensas con ellos. En fin, para otra vez estaremos más atentos y no seremos tan tolais.

Después de la mala experiencia, subimos a la habitación a descansar. Pese a que el viaje no había comenzado con buen pie, tampoco queríamos hacer juicios prematuros. Estábamos seguros de que iba a ser un viaje en el que lo íbamos a pasar genial, y al final así fue.

Día 2: Primer día visitando Marrakech

Comenzaba nuestro primer día en Marruecos. El día amaneció despejado y, gracias a esos tempranos rayos de sol que nos calentaban, pudimos disfrutar de nuestro primer desayuno en la terraza del riad Dar Nakous. No había mejor manera de empezar el día.

Desayuno en la terraza del riad Dar Nakous en Marrakech

Palacio Bahía

Descansados y llenos de energía no fuimos a conocer la ciudad. Nuestra primera parada fue el Palacio Bahía que teníamos a menos de cinco minutos del riad. La entrada al palacio cuesta 10 MAD por persona (1 € aproximadamente) y está abierto de lunes a domingo de 8:00 a 17:00.

El palacio, pese a ser considerablemente joven (de finales del siglo XIX) es un lugar lleno de belleza y encanto. De hecho, fue construido por los mejores artesanos de la época, bajo el mandato del gran visir Ba Ahmed ben Moussa.

Una de las salas principales del Palacio Bahía

La visita se realiza a través de un laberinto de patios y salas, que en un primer momento puede resultar algo desconcertante, pero que gracias a su distribución te sorprenden con rincones llenos de belleza a cada paso que das.

Uno de los patios del Palacio BahíaPatio del Palacio Bahía
Lena al lado de una ventana del Palacio BahíaDetalle del techo de una sala del Palacio Bahía

Lo «malo» del palacio es que está totalmente vacío, es decir, no conserva nada del mobiliario original. Pero pese a ello, la visita no pierde ni un ápice de interés. Los mosaicos de paredes y suelos, la belleza de los labrados de los arcos o los increíbles trabajos en madera de los techos te hacen olvidar que a aquel lugar «le faltan los muebles». En cierta medida, muchos de los rincones, nos recordaron a esos increíbles monumentos andaluces como la Alhambra de Granada.

Al salir del palacio pasamos por una tienda de especias y no pude resistir la tentación de entrar. Me encantan estos lugares, sus colores, sus olores. Para que engañarnos, soy son un blanco fácil para los vendedores de estos puestos.

Especias en el interior de una tienda de MarrakechEspecias en el exterior de una tienda de Marrakech

Tras echar un vistazo a todo lo que tenían y teniendo en cuenta que ya venía con alguna cosa en mente desde casa, compramos 100 gramos de ras al hanut, 300 gramos de té bereber y un bloque de perfume sólido. Todo nos salió por 340 MAD (unos 32 € al cambio), que pese a ser algo caro, era de muy buena calidad. Como obsequio nos dio lo que él llamaba «pintalabios marroquí», una especia de ungüento que en cuanto lo humedecías tintaba de rojo lo que tocaba.

Palacio el Badi

Tras menos de cinco minutos caminando llegamos al Palacio el Badi. Este palacio, bastante más longevo que el anterior, data del siglo XVI y fue construido por el sultán Saadí Ahmed al-Mansur para conmemorar la victoria sobre los portugueses en la Batalla de los Tres Reyes.

Vista general del Palacio el Badi

Dicen que fue el palacio musulmán más increíble de la época, pero hoy en día solo quedan las ruinas de lo que en su día fue. Estaba construido con los mejores materiales, pero ya no queda nada de aquello. Al trasladar la capital de Marrakech a Meknes, saquearon todo aquello para construir la ciudad imperial en la nueva sede.

Alberto entre las ruinas del Palacio el BadiLos naranjos del Palacio el Badi
Lena en el interior del Palacio el Badi

En el interior de los muros del palacio se ve poco más que una gran explanada, con un huerto de naranjos, algún estanque y unos pocos vestigios del antiguo palacio. Pese a lo que pueda parecer recomendamos la visita, sobre todo por subir a la torre de la muralla y disfrutar tanto de las vistas al interior del palacio, como del resto de la ciudad. De todas formas, la entrada solo cuesta 10 MAD (1 € por persona al cambio), por lo que no es nada caro entrar.

Tumbas Saadíes

Al salir del palacio nos dirigimos a la siguiente visita del día, las tumbas Saadíes, a poco más de 5 minutos andando. El recinto es bastante pequeño y se puede visitar en relativamente poco tiempo, pero hay que estar atentos al horario de apertura, ya que pese a estar abierto de 9:00 a 18:00, cierran a mediodía de 12:00 a 14:30. El precio, al igual que los otros dos lugares que visitamos era de 10 MAD (1 € al cambio).

Las tumbas son del siglo XVI, de la época del sultán Ahmad al-Mansur, pero no fue hasta el 1917 cuando fueron descubiertas de nuevo y restauradas. Durante nuestra visita vimos cómo seguían con labores de restauración y limpieza.

Tras pasar la entrada entramos al jardín, donde ya pudimos ver la primeras tumbas del complejo. Aunque la verdad es que estas primeras apenas tenían interés. Siendo sinceros nos recordaban a los mosaicos de algunos suelos que habíamos visto en el Palacio Bahía.

Exterior de las Tumbas SaadíesUna de las salas de las Tumbas Saadíes

Pero esas tumbas que estaban en el exterior no son el verdadero tesoro del lugar. En el interior de las salas es donde se encuentran lo realmente interesante. Hay dos salas, la sala de los Tres Nichos y la sala de Mirhab, que ya de por sí merecerían una visita. Pero el lugar que realmente nos fascinó y por el que nos tocó hacer un poco de cola, fue la sala de las Doce Columnas. En ella está, entre otros, la tumba del hijo del sultán. La sala está decorada con 12 columnas de mármol de Carrara, el techo tiene relieves de cedro, los mosaicos del suelo están adornados de azulejos esmaltados y los estucos de los arcos tienen filigranas tremendamente bellas. Un lugar en el que, tras esperar unos minutos a que la gente se fuese, pudimos disfrutar en completa soledad. Sin duda, esa sala es uno de los lugares más bellos de la ciudad.

Sala de las Doce Columnas en las Tumbas Saadíes

Un breve paseo por el zoco y a comer

Al salir, pasamos delante de la mezquita Moulay El yazid, a la que no pudimos entrar. Por desgracia, si no eres musulmán no podrás entrar ni en ésta, ni en el resto de mezquitas de Marruecos.

Mezquita Moulay El yazid de Marrakech

Seguimos caminando durante algo menos de cuarto de hora hasta que llegamos a la plaza Jemaa el-Fna. Por el momento no nos queríamos detener allí, porque queríamos dar una vuelta por el zoco antes de comer algo. Pero eso sí, al pasar por un puesto de zumos no pudimos evitar la tentación de pedirnos dos riquísimos zumos de naranja por 5 MAD cada uno (unos 0,50 € cada uno).

Comprando un par de zumos en la plaza Jemaa el-Fna

Con nuestro vasito de zumo en la mano dimos un paseo por las callejuelas del zoco de Marrakech. Tiendas y más tiendas flanqueaban las calles y de todas ellas salían las mismas palabras: «¿Español?», «Ven amigo»… Los vendedores, que saben cómo atraer a los turistas, trataban de llamar nuestra atención, pero nosotros solo queríamos dar un breve paseo antes de ir a comer (aunque por las horas ya era más merienda-cena que otra cosa). En una de la tiendas no pudimos resistir la tentación y nos compramos un imán para la colección por 10 MAD (algo menos de 1 € al cambio).

Tiendas del zoco de Marrakech

Se hacía tarde y tras escuchar, literalmente, la llamada de nuestros estómagos entramos en un restaurante en una calle cercana a la plaza Jemaa el-Fna. Nos subimos a la terraza para disfrutar del buen tiempo que hacía todavía a esas horas y del bonito atardecer entre las terrazas de la ciudad. Para comer nos pedimos un tajine de carne con pasas por 80 MAD (unos 7,50 €), un pincho de carne por 40 MAD (3,75 € aproximadamente) y un té a la menta grande por 10 MAD (casi 1 € al cambio). Además nos trajeron un par de platos de lentejas, un plato de arroz especiado con aceitunas, un platito de aceitunas negras y un par de panes completamente gratis. Al final, toda la comida nos salió por 130 MAD (unos 12,22 € al cambio) y estaba bastante rica, la verdad.

Tajine de carne con pasasComida en Marrakech

Ver El Clásico en un café de Marrakech no tiene precio

Cuando estábamos terminando de comer empezamos a oír gritos de «gol» por la ciudad. ¡Era El Clásico, se estaba jugando el Real Madrid – Barça y nos lo estábamos perdiendo! Aunque habíamos asumido que no lo veríamos por estar de viaje, dijimos «¿Por qué no? Vamos a ver si encontramos algún sitio». Nos levantamos, pagamos la cuenta y fuimos directos a la plaza Jemaa el-Fna, seguro que allí había algún café en el que pudiésemos ver el partido. Y así fue, encontramos el Café Montreal lleno de gente mirando al televisor. ¡Estaban viendo el partido! Entramos, previo pago de 20 MAD cada uno (1,88 € al cambio), y nos hicieron hueco entre la multitud de sillas que llenaban el café. Al poco nos preguntaron que qué queríamos de beber, y en menos de un minuto ya teníamos nuestro té a la menta en la mano. Así que si alguna vez estás por allí y te preguntas dónde ver El Clásico en Marrakech, nuestra recomendación sería el Café Montreal. En el mapa de más abajo puedes ver su localización exacta.

Viendo El Clásico en un café de Marrakech

Lo que en un principio podía haber sido simplemente ver el partido, se convirtió en toda una experiencia. El café estaba lleno de seguidores del Barça y nosotros somos culés, así que acertamos de lleno con el lugar. Pero no solo eso, había un ambientazo tremendo. La gente cantaba y nosotros, pese a no entender muy bien lo que decían, les seguíamos el rollo entre risas suyas y nuestras. Si a todo esto le sumas que el Barça le ganó al Madrid 0-4 en su casa, pues imagínate la fiesta que vivimos. Fue un momento de esos que se quedan grabados en la memoria.

Algo de picar para terminar el día

Con una sonrisa de oreja a oreja y emocionados por lo que habíamos vivido, salimos del café y dimos una vuelta por la plaza Jemaa el-Fna para ver el ambiente que había a esas horas. La plaza estaba llena de puestos callejeros de comida y algún que otro lugar para entretenerse. Pese que pasamos frente a todos ellos, no estábamos muy convencidos de comer algo allí. Mucha gente dice que es uno de los lugares más auténticos para comer en Marrakech, pero también habíamos leído comentarios de gente que le había sentado muy mal la comida de alguno de los puestos y le habían fastidiado un par de días del viaje. Como no queríamos arriesgar y tampoco teníamos mucho hambre, decidimos irnos al riad y comprar algo por el camino. En una plazoleta cercana cogimos 4 plátanos en un pequeño puesto que había por 4 MAD (0,38 € aproximadamente). Poco antes de llegar, paramos en una tiendecita pequeña para comprar algo de provisiones, unas galletas príncipe por 15 MAD (algo menos de 1,50 €) y dos botellas de agua grandes por 6 MAD cada una (unos 0,50 €).

Gente comiendo en los puestos de comida nocturnos de la plaza Jemaa el-Fna de MarrakechPuesto de comida nocturno de la plaza Jemaa el-Fna de Marrakech

Ya en el riad nos relajamos, nos comimos los plátanos y unas galletitas y nos fuimos a descansar. No era una gran cena, pero es que tampoco teníamos hambre. En fin, el día había sido intenso y había terminado con un broche final genial, pero el viaje no había hecho nada más que comenzar, todavía nos quedaban muchas cosas por vivir estos días.

Mapa detallado de nuestro primer día en Marrakech

Te dejo un mapa con los puntos de interés de Marrakech que te he ido comentado a lo largo del post.


Si quieres ver el mapa en otra pestaña haz clic aquí.

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