Era nuestro último día de viaje. La aventura por el sur de Marruecos se terminaba, pero aún teníamos todo el día para seguir disfrutando de este país que tanto nos había sorprendido. Sin duda alguna, había superado nuestras expectativas iniciales. Pero bueno, no hay que ponerse triste, Marruecos está, como quien dice, ahí al lado y siempre podremos volver.
Nos levantamos en la tranquilidad que inundaba el riad, con el olor de un buen té que se estaba preparando en la cocina. ¿Se puede tener un mejor despertar? Subimos a la terraza de la azotea y nos sirvieron un desayuno. Zumo de naranja, té, crepes, unas baguettes, pan bereber, mermeladas y mantequilla, yogurt, quesitos, una pasta árabe, unos dátiles y unas naranjas. Vamos, un desayuno de campeones y bien saludable.
Aparte de tomar un estupendo desayuno, la terraza era un lugar increíble para comenzar el día. Un sitio relajante, cómodo y con vistas sobre el resto de la ciudad. De hecho, mucha gente se quedaba allí tras terminar el desayuno y así comenzar el día con la calma y buen rollo que te da un lugar así. Al lado se sentó una chica brasileña y no tardamos mucho en empezar a hablar con ella. Los viajes no son solo lo que visitas o ves, sino también el resto de experiencias que te llevas contigo, como una charla con un desconocido en la azotea de un riad. Nos contó que estaba empezando un viaje ella sola por el sur de Marruecos y que hasta el momento le estaba encantando el país. En breve iba a ir hacia el desierto en una ruta parecida a la que habíamos hecho nosotros. Le contamos nuestra experiencia en la Ruta de las Mil Kasbahs en coche y le dimos algún consejo que le pudiese venir bien. Está genial tener momentos así en un viaje.
La Skala de la Ville de día
Nos despedimos de nuestra compañera de riad y, aprovechando que quedaban unas horas hasta que saliese nuestro bus a Marrakech, nos fuimos a ver la ciudad. Era curioso ver como ciertas calles de la medina eran un oasis de paz en comparación con el ajetreo que tenían otras mucho más comerciales. Tiendas de ropa, dulces, especias, encurtidos o carnicerías estaban llenas de locales haciendo su compra diaria. A esas horas no habían llegado los turistas de Marrakech y se podía sentir sin distorsiones el latir cotidiano de la ciudad.
Finalmente llegamos a las murallas de la ciudad. Habíamos vuelto a la Skala de la Ville, pero en esta ocasión el panorama era muy diferente al de ayer. El sol lucía con fuerza y apenas había gente, incluso las tiendas de turistas estaban cerradas. Un momento perfecto para disfrutar del lugar con tranquilidad.
Pasemos por las murallas en silencio, escuchando solamente el sonido de las olas, el graznido de las gaviotas y, de vez en cuando, algunas conversaciones de marroquíes que charlaban en las almenas. Fue un momento de paz, de los que disfrutas sin prisas, de ésos que realmente saboreas. Por atardeceres como el de ayer y por los momentos tranquilos de esa mañana, merece la pena pasar una noche en Essaouira y evitar las masas de turistas que puedan llegar en una excursión de un día desde Marrakech.
Desde las murallas, por las que hacía solo unos meses había paseado la mismísima Daenerys Targaryen (toma apunte friki), veíamos la Skala du Port a un lado y las fachadas de las casas de Essaouira al otro. Un lugar realmente bonito tanto de día como al atardecer; como habíamos visto el día anterior.
Un paseo por la playa de Taghart
Dejamos las murallas y nos fuimos a uno de los rincones que aún teníamos pendientes por visitar, Taghart, la playa de Essaouira. Aún teníamos algo de tiempo, poco, pero suficiente para sentirla. Sí, digo sentir porque no nos conformábamos con verla, queríamos sentir el agua y la arena bajo nuestros pies. Teníamos que aprovechar la oportunidad. Siendo de secano no solemos dar un paseo por la playa en noviembre.
Había poca gente y es que pese a hacer bueno, no hacía para bañarse, ni mucho menos. Las aguas del Atlántico son muy frías. Lo que se que había era gente paseando y algunos grupos de personas jugando al fútbol. La playa es tremendamente ancha y hay espacio de sobra para plantar varios campos de fútbol improvisados. Se notaba buen rollo y uno de los jugadores se acercó a nosotros celebrando un gol para hacerse una foto.
La playa de Essaouira es famosa por el viento que hace allí. Quizás esta condición no sea algo muy deseable para bañarse o tumbarse al sol, pero si para hacer windsurf o kitesurf. Así que si te molan estos deportes, este lugar es una opción perfecta para hacer una escapada para practicarlos y además conocer otras culturas.
No estuvimos mucho tiempo, simplemente dimos un paseo por la orilla para mojar los piececillos y poco más. Sobre todo cuando nos dimos cuenta que se nos había hecho muy tarde y aún teníamos que volver al riad, coger las maletas e ir a la estación de buses. Si es que nos tenemos remedio, siempre tenemos que andar corriendo para no llegar tarde a los sitios. En fin, creo que es algo patológico.
Bus de Essaouira al aeropuerto de Marrakech
Tras una buena carrera, con el consiguiente sofoco, conseguimos llegar a tiempo al bus. Confieso que la gente nos miraba raro cuando íbamos corriendo por la mediana como pollo sin cabeza, pero es que era eso o no llegar a tiempo a la estación.
Volvíamos con la compañía Supratours, pero en esta ocasión no era un autobús de clase superior, sino uno normal y corriente. Igualmente era un autobús de calidad. Antes de subir, al igual que ocurrió al ir a Essaouira, tuvimos que pagar 5 MAD (algo menos de 0,50 €) por «facturar» cada una de las maletas.
El trayecto fue tranquilo, como a la ida, pero en esta ocasión vimos a las famosas cabras subidas en las ramas de los árboles de argán. Aunque a decir verdad, parecía más un reclamo turístico que algo que las cabras hubiesen elegido voluntariamente. Se podía ver como tenían a las pobres cabras atadas a las ramas para que no se moviesen de allí. Pese a ser en este caso una escena «artificial», sí que es cierto que las cabras se suben a estos árboles para alimentarse, ya que por esta zona hay pocos pastos para ellas. No pudimos tomar una foto decente de las cabras, así que hemos puesto una del banco de imágenes de Shutterstock al que estamos suscritos.
Los árboles de argán son mucho más que unos árboles en los que hay unas cabras subidas. De las semillas de éstos se obtienen un aceite muy apreciado para la cosmética, aunque también se usa en la cocina marroquí. Por la fama de este aceite, en la carretera que va desde Marrakech a Essaouira se encuentran multitud de tiendas donde venden este aceite.
Hasta otra Marruecos
Nada más bajarnos del autobús en la estación de Marrakech nos abordaron taxistas ofreciéndonos sus servicios. Hablamos con uno que parecía legal y le dijimos que nos llevase al aeropuerto. Por supuesto, nos aseguramos de que iba a poner el taxímetro, y así evitar sorpresas desagradables. Tras unos 15 a 20 minutos llegamos al aeropuerto. El trayecto nos costó 90 MAD (8,32 € al cambio).
Al llegar, como teníamos tiempo de sobra, nos fuimos a comer algo a un restaurante del aeropuerto, que ya iba siendo hora. Nos pedimos un par de bocatas, uno pavo y queso y otro de pollo y queso (50 MAD cada uno, unos 9,25 € en total), y también dos mini pizzas de atún por 35 MAD cada una (en total unos 6,50 € al cambio). Todo eso junto a una botella de agua de medio litro. La verdad es que poco tenía que ver con los deliciosos tajines que nos habíamos comido en nuestro tercer día de viaje, pero qué le íbamos a hacer estábamos en el aeropuerto.
Finalmente, el vuelo acabó saliendo con un poco de retraso, lo suficiente para que perdiésemos el bus a Valladolid. Así que no nos quedó más remedio que cambiar los billetes (previo pago de unos euros) por el siguiente bus que salía unas horas más tarde. Eso sí, aprovechamos para cenar en el McDonald’s de la T4 por 14 € los dos. Tras tres horas de bus, que aprovechamos para ver alguna peli, llegamos a nuestra casa cogiendo un taxi en la estación (6,30 €).
El viaje de vuelta se había alargado más de lo que estaba planeado, pero volvíamos felices por la experiencia de esta gran aventura. El sur de Marruecos nos había sorprendido con creces. Nos había dado mucho más de lo que esperábamos de él. Ha sido un viaje en el que nos hemos divertido mucho. Hacer un roadtrip por nuestra cuenta por la Ruta de las Mil Kasbahs había sido todo un acierto, al igual que guardar un día para conocer Essaouira. Y por supuesto, dormir en el desierto y ver amanecer desde lo alto de una duna había sido una de las mejores experiencias de nuestra vida. Marruecos ha sido un país que nos ha encantado y al que estamos seguros que volveremos en un futuro para conocer otros tantos de sus muchos rincones.
Mapa detallado del último día en Marruecos
Te dejo un mapa con los puntos de interés de Essaouira que visitamos durante este día, además de otros que también puedes visitar (marcados en amarillo).
Si quieres ver el mapa en otra pestaña haz clic aquí.
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