El día comenzó tranquilo con un desayuno con tostadas en nuestra humilde cocinilla de la habitación. Nos preparamos unos bocatas y salimos pitando para intentar no pillar mucha cola a la entrada de los Museos Vaticanos. Nos fuimos al metro, a la parada Vittorio Emanuele, para coger la línea roja e ir hasta Ottaviano San Pietro. Aquí se acabó la calma…
Índice de contenidos
Cómo ir hasta el Vaticano
Nos montamos en el metro, todo estaba igual que los días anteriores, pero un par de paradas antes de llegar a nuestro destino el metro se queda parado en la estación. Comenzamos a oir algún grito y de repente vemos pasar corriendo a unos carabinieri con sus subfusiles en ristre. El metro no arrancaba y no paraban de correr de un lado a otro. Nos empezamos a preocupar, hacía un año se habían producido los atentados del 11M y en julio de ese mismo año los atentados de Londres… La gente de nuestro alrededor no paraba de mirar por la ventanilla del metro con preocupación, tanto extranjeros como locales. Todos teníamos una rara sensación de incertidumbre. Pero finalmente el metro arrancó como si nada hubiese pasado. La gente rumoreaba, se veían caras de preocupación… pero depués de eso todo fue normal hasta nuestra parada. ¿A qué se debía eso? ¿Por qué habiamos visto a esos carabinieri con subfusiles corriendo de un lada a otro? ¿Teníamos algo por lo que preocuparnos? Las respuestas a estas preguntas la tendríamos al final de la tarde.
Salimos del metro y siguiendo las señales fuimos directos a la entrada de los Museos Vaticanos. Llegabamos sobre las diez y algo. No era tarde, pero tampoco pronto, así que nos esperabamos una cola curiosa, como la que vió en su día Lena cuando vino con el insituto. Ibamos rodeando la muralla del Vaticano, pero no existía ningún atisbo de cola.
– ¿Estás segura de que es por aquí?
– Que sí, seguro, hemos seguido las señales y el mapa… pero me extraña mucho que no haya nadie por aquí en la cola…
Visita de un día al Vaticano
Museos Vaticanos
Seguimos caminando y de repente nos topamos con la entrada de los Museos Vaticanos y ¡no había ninguna cola! Sin duda era una buena época del año para ahorrarte las aglomeraciones. Fuimos directos a la taquilla a abonar 12 € cada uno por la entrada si no recuerdo mal (info de precios aquí).
Los Museos Vaticanos, con sus más de 500 años de historia, son unas galerías que cuentan en su interior con obras de valor incalculable. Se pueden encontrar estatuas y bustos de la época romana y la antigua Grecia, vasijas y otros objetos de la época, piezas etruscas, antigüedades cristianas, reliquias egípcias… además cuenta con una pinacoteca de gran valor, una importante galería de mapas, las estacias de Rafael (estancias del papa Julio II) y por supuesto la famosa Capilla Sixtina de Miguel Ángel.
No es solo lo que contine, sino donde está. Los pasillos y las cámaras donde se exponen las obras son obras de arte en si mismas, con frescos preciosos y complejos mosaicos. Por ejemplo, la Galleria delle Carte Geografiche (Galería de los Mapas) es una obra de arte en si misma, un gran pasillo decorado con frescos que representan mapas de regiones italianas pintados a finales del siglo XVI.
Lo malo de ver tantísima cantidad de obras de arte, tantos bustos romanos, tantas estatuas de dioses griegos… es que al final casi acabas pasando de largo para poder verlo todo. Lo ves todo de un vistazo y solo te paras realmente en aquello que te llama la atención o lo que dice la guía o folleto de turno que te tiene que llamar la atención; si no quieres que se te den las uvas, claro. Lo digo como alguien al que le gusta la escultura, aunque no tanto la pintura, pero que tampoco es un ferviente amante que analiza cada detalle.
Como para gustos los colores, voy a deciros los míos. La parte de la pinacoteca está bien, pero no hubo nada que recuerde que me llamase la atención, prefiero las esculturas. Me gustó mucho la parte egipcia del Museo Gregoriano Egizio (Museo Gregoriano Egipcio), quizás por las difrencias con el resto de obras. El resto de esculturas griegas, romanas… me gustaron, aunque las colecciones de bustos acababan cansando un poco.
Pero entre todas las esculturas destacaría sin duda al «Laocoonte y sus hijos«. Esta obra me llamó mucho la atención, es una obra que transmite, emana fuerza y sentimientos por los cuatros costados; enamora a simple vista. También destacaría los mosaicos, tanto los expuestos en la pared como los integrados en el propio suelo de los Museos Vaticanos.
Capilla Sixtina
Pero por supuesto lo que brilla con luz propia, y más ahora con los colores vivos que tiene tras su restauración, es la Capilla Sixtina. Una obra de arte que encuentras al final del recorrido del museo. Supuestamente está prohibido hacer fotos, pero poco pueden hacer lo vigilantes para evitar que las hordas de turistas que conocen o no la prohibición hagan las fotos con mayor o menor descaro. Si te da algo de corte, ten la cámara preparada (sin flash ni ruiditos a ser popsible) y espera a que llamen la atención a alguien para lanzar la foto. Es lo que se denomina la técnica de la «manada de ñus», esperas a que cacen a uno y aprovechas la confusión para hacer las fotos que quieras.
Escaleras de Giuseppe Momo
Al despedirnos de los Museos Vaticanos lo hicimos por una obra de arte en si misma, las escaleras de Giuseppe Momo, un par de escaleras en espiral que parecen ser una sola si las ves desde arriba. Una vez fuera, fuimos directos a la Plaza de San Pedro a comernos unos bocatas que nos habíamos hecho y de paso digerir el atracón de arte que nos habíamos dado durante toda la mañana.
Plaza de San Pedro
La Plaza de San Pedro, con su columnata presidida por las estatuas de 140 santos, es el preludio del mayor templo de la cristiandad. Esta plaza, proyectada por Bernini, cuenta con dos fuentes que flanquean a un gran obelisco egípcio (de 25 metros de alto y 327 toneladas) situado en el centro. Sin duda es una gran plaza que sirve de hall a un gran templo. Desde su entrada se nota que las magnitudes de cualquier otra iglesia se quedan pequeñas…
Basílica de San Pedro
Si desde fuera la iglesia parece grande cuando uno entra simplemente se queda sin palabras del tamaño que tiene. Cualquier iglesia o catedral vista antes parece un capilla comparándola con San Pedro, o al menos esa sensación me dió. Hay que tener en cuenta que la iglesia tiene ni más ni menos que 218 m de largo y 136 m de altura hasta la cúpula (y 45 m la nave principal) y puede acoger 60.000 personas. Ah, por cierto, en San Pedro al igual que en otras iglesias de Roma está prohibido entrar con «ropas poco decorosas», es decir, camisetas de tirantes y pantalones o faldas muy cortos. Hay un cartelito muy gráfico con dos monigotes que indica esto a la entrada, lástima que no le hiciese una foto.
Dejando el tema vestimenta aparte, el interior te deja con la boca abierta. Hay que tener en cuenta que en esta iglesia (aunque la primigenia data del siglo IV, la actual comenzó su construcción en 1505) participaron genios de la talla de Bramante, Rafael y Miguel Ángel, y eso se nota. Las obras de arte se distribuyen por toda la nave, siendo esta de por si un marco incomparable por su grandeza y su bellaza. Pero quizás haya que destacar ciertos elementos entre los demás. Nada más entrar a la derecha se encuentra La Pietà de Miguel Ángel, una grandísima escultura que esculpió el genio a los 25 años (en 1972 sufrió el ataque de persona con un martillo, de ahí que ahora este detrás de una vitrina). Otra parte destacada es el Trono de San Pedro, obra de Bernini. Pero quizás lo que más destaca es el Baldacchino (baldaquín) de (como no…) Bernini que cubre el altar mayor, una obra de 29 metros de altura situado en el centro de la iglesia de una grandisima belleza. Justo al lado está una estatua de San Pedro bastante conocida y que tiene el pie derecho desgastado de los besos de los fieles.
Pero cuando llegas al baldaquín no puedes evitar mirar hacia arriba (abriendo la boca, claro) y ver esa inmensa cúpula, obra de Miguel Ángel, que se eleva 119 m sobre tu cabeza y 136 metros hasta la parte superior de la cruz externa. Estas dimensiones le dan el honor de ser la cúpula más alta del mundo, ¡señores, que tiene una altura de casi 40 pisos! Eso sí, siguiendo con más datos, sus 41,47 m de diámetro se quedan un pelín detrás de las cúpulas del Panteón de Agripa (43,3 m) y la Catedral de Florencia (44 m).
Subida a la cúpula de la basílica de San Pedro
Hemos visto la cúpula desde abajo, pues ahora toca subir y cambiar la perspectiva. Pagamos los 4 € por cabeza del ticket para subir a lo alto de la cúpula, sin utilizar el ascensor (subiendo una parte en ascensor 5€), ¡porque yo lo valgo, oiga! Tras una buena subida por las escaleras llegamos a la base de la cúpula. La perspectiva cambia totalmente y se puede apreciar el suelo como si fuera un cuadro. Dimos una vuelta completa a la cúpula y seguimos subiendo las escalaras que se empezaban a estrechar cada vez más, en algunas zonas el paso era algo estrecho para llevar la mochila a cuestas. Después de unos 550 escalones llegamos a la linterna de San Pedro y a la terraza. Las vistas desde aquí son impresionantes, se puede apreciar todo el Vaticano y Roma desde una posición privilegiada.
Grutas Vaticanas, la Tumba de San Pedro y la Necrópolis… otra vez será
Bajamos de nuevo al interior, dimos una última vuelta por la nave central y nos fuimos. A esas horas ya estaban cerradas las Grutas Vaticanas, la Tumba de San Pedro y la Necrópolis, otra vez será. Al salir vimos el porqué de tanto revuelo en el metro, la plaza se había convertido en un gran auditorio lleno de sillas y sobre todo en un aparcamiento de coches de lujo. Sin duda alguna, allí se habían reunido personas con poder. Supongo que a eso se debería las medidas de seguridad que vimos en el metro y el nerviosismo de los caravinieri.
Puente Vittorio Emanuele II
El día se terminaba, ya había anochecido, y nuestro pies empezaban a notarlo, pero aún nos quedaba alguna cosilla por ver. Bajamos por Via della Conciliazione hasta el puente Vittorio Emanuele II. Tanto este puente, como el siguiente que vimos, Ponte Sant’Angelo, son dos puentes muy bonitos con estatuas sobre sus pilares. Sant’Angelo es de la época romana, del año 136, pero se derrumbó en 1450, aunque fue reconstruido conservando su estructura. La estampa de San Pedro desde el final de Via della Conciliazione o desde el Ponte Sant’Angelo merece la pena, y más si es de noche. El puente Sant’Angelo debe su nombre al castillo homónimo que tiene justo enfrente, Castillo Sant’Angelo. Originalmente fue el mausoleo de Adriano (s.II), aunque fue transformado en fuerte por los papas en el siglo VI. Ya habían cerrado, pero desde el exterior cabe destacar su estructura circular y el ángel que corona el castillo.
Breve paseo por el Trastevere
Tras un último vistazo, a San Pedro, al Tiber (el río que pasa por Roma) y al castillo decidimos acercarnos al Palacio de Justicia. Es un edificio bonito de ver aunque no destaca en una ciudad de monumentos como Roma. Desde la plaza donde estaba el palacio cogimos un bus al Trastevere. El Trastevere es un barrio proletario con encanto, donde el tiempo parece haberse detenido hace una décadas, pero como mucha vida nocturna. De hecho es una de las zonas favoritas para salir y cenar, bien y barato, tanto por locales como por extranjeros. Así que allí ibamos a probar un buen plato de pasta al dente. Era un viaje muy low cost, pero hoy tocaba darse un homenaje. Nos bajamos del bus cerca de Isla Tiberina, una pequeña isleta en medio del Tiber, y estuvimos dando un paseo por el barrio viendo al Ponte Palatino que cruza el Tiber y a su hermano mayor del que queda solo una pequeña sección, el Ponte Roto, la Basílica de Santa María en Trastevere y las bonitas calles del barrio. Tras ver algunas cartas de restaurantes nos acabamos deciendo por uno.
Cenando en el Trastevere
Era algo tarde para cenar cuando llegamos pero seguían dando servicio. Nos sentamos y empezamos a leer la carta. Vale, tenemos localizada la pasta, pero no tenemos ni idea de que son muchos de los platos, salvo los típicos carbonara, bolognesa y al pesto. Así que decido probar algo nuevo, total los platos mas famosos ya los había probado. Lena prefiere no arriesgar y pedirse unos penne (como unos macarrones) con salsa de tomate, o algo así. Una vez que nos hemos decidido comienza la aventura para explicar al camarero que Lena es alérgica a la cebolla…
– Nosotros (N): Hello.
– Camarero (C): Hello.
– (N): Have this dish onion? (señalando el plato que quería Lena).
– (C): What!?
– (N): Yes, onion, she is allergic. (uyyy que no nos está entiendo nada…)
– (C): Mmmm? (qué están diciendo estos?)
– (N): Onion. (acompañado de gestos como que estoy cortando una cebolla y estoy llorando)
– (C): Mmmm? (Estos dos están locos)
– (C): Ah!!! Cipolla!!!
– (N): Yes, yes.
– (C): No, no onion.
– (N): Ok, ok.
Despúes de tan fluida conversación y mejor clase magistral de mímica nos trajeron lo que habíamos pedido, y el plato de Lena no tenía cebolla!!!! Lo mio estaba rico, aunque para mi gusto demasiado al dente y aunque me había avisado, mi plato picaba como mil demonios. Ha pasado el tiempo y ahora tengo un amigo romano y siempre me dice que nosotros no sabemos hacer la pasta, que la cocinamos demasiado, que tiene que estar al dente y no pasada; pero oye en cuestión de gustos no hay nada escrito. Eso sí, si vais a Italia notaréis que la pasta la cocinan menos que en España y está algo más dura, al dente. A mi, a día de hoy, la prefiero así, pero por aquel entonces no.
Salimos del restaurante y se había hecho bastante tarde, así que nos fuimos rápido a coger el metro en la parada Circo Massimo, mañana sería otro día.
Mapa del Vaticano y Trastevere
A continuación os dejo un mapa con los lugares que visitamos durante ese día.
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Hola Alberto,
Menudo pateo que os metísteis, pero vale la pena para descubrir el pequeño estado del Vaticano.
Vaya susto en el metro, el relato empezó con suspense. Y vaya aventura para pedir el plato sin cebolla, me recordó cuando visitamos Pekin en un restaurante de un hutong que los platos estaban todos escritos en chino…
Un abrazo.
Hola Víctor.
El Vaticano impresiona, sin ninguna duda. Y lo del metro fue un buen susto, y más teniendo reciente lo de los antentados de Londres.
Lo de la cebolla es una historia que se repite en cada país que vamos. Ya hemos optado por llevar escrito en el idioma que corresponda la palabra "cebolla" y "ella es alérgica a la cebolla", lo que nos ha ayudado Google Translate!!!
Un abrazo Víctor.
A ver que nos da tiempo de ver en el Vaticano. Desde luego no me quisiera perder la capilla sixtina. Me imagino que iremos el lunes bien tempranito…
La cúpula de San Pedro me recuerda mucho a la de San Pablo en Londres… son clavadas incluso la vista desde arriba al interior del templo.
Yo me alojo en Trastevere, por lo que están aseguradas unas cervezas y una comida típica italiana…
Qué tal Víctor?
La Capilla Sixtina está al final del recorrido así guarda un ratito para quedarte embombado frente a esa gran obra de arte.
Nosotros no subimos a la cúpula de San Pablo, así que ya tenemos otra excusa para volver…
Un abrazo y a disfrutar de la riquísima comida italiana.