Llegó el día en el que íbamos a descubrir unos de los tesoros más famosos de Islandia, la imponente cascada Skogafoss y el lago de icebergs Jökulsárlón. Pero no adelantemos acontecimientos, empecemos con la historia.
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Cuando nos levantamos, nos asomamos por la ventana para ver el tiempo que nos esperaba, ya que el día anterior había terminado con lluvia y mucho frío. Había sol y no parecía hacer malo, así que nos preparamos para la primera visita del día, la famosísima cascada de Skogafoss. Nuestro hotel estaba situado a unos 200 metros de ella por lo que decidimos ir hasta allí dando un paseo.
Skogafoss, la cascada perfecta
Skogafoss tiene la típica imagen de una cascada de postal. El río Skoga discurre por las Tierras Altas hasta que se precipita por los acantilados del antiguo litoral desde una altura de 62 metros. Esta caída forma una preciosa cortina blanca de agua de 25 metros de ancho, Skogafoss. La estampa es impresionante. En verano, las colinas laterales se encuentran completamente cubiertas de musgo, gracias a la bruma permanente que se genera por el choque del agua contra el suelo. Además, si hace un día soleado, aparece un precioso arcoíris simple o incluso uno doble.
Skogafoss es una de las cascadas más visitadas y famosas de Islandia por su cercanía a Reikiavik (unos 150 kilómetros) y su espectacularidad. Además, si vais en una autocaravana o de acampada, existe un camping situado justo delante de la cascada que os va a permitir levantaros con unas vistas alucinantes.
En nuestro caso llegamos a la cascada andando. Recuerdo que a medida que nos acercábamos sólo repetíamos: «¡Qué bonita!, ¡¡¡Qué bonita!!!». No podíamos parar de hacer fotos, cada sitio nos parecía mejor que el anterior.
Una vez allí decidimos subir a lo alto por un sendero que discurre por el lateral derecho de la cascada. Desde aquí las vistas no son mejores que desde abajo, pero es otro punto de vista de la cascada que no os podéis perder. Hay dos sitios destacables. El primero es un pequeño saliente casi en lo alto de la colina, desde el que se tiene una perspectiva completa de la cascada. Desde allí vais a poder contemplar la fuerza de la naturaleza y cómo el impacto del agua contra las rocas del fondo genera un estruendo brutal. El segundo lugar sería en lo alto de la colina, dónde vamos a poder ver cómo el agua gana velocidad según se aproxima al borde justo antes de precipitarse al vacío.
Si os apetece, y tenéis tiempo, existe una ruta de senderismo que discurre por este camino y continúa atravesando las tierras altas hasta el refugio Básar. Es una ruta de más de 20 kilómetros y que se tarda unas 8 horas (solo ida). Nosotros no teníamos tiempo para hacerla, pero mucha gente dice que es muy recomendable. Tenéis más información de esta ruta en la Guía Rother de Islandia.
Bajamos nuevamente a los pies de Skogafoss y Alber comenzó a andar en dirección a la cascada. A medida que nos acercábamos el vapor de agua era mayor. ¡¡Parecía que estábamos bajo la ducha!! Yo, que llevaba la cámara, por su bien, decidí quedarme más lejos, pero Alber siguió. Disfrutó como un niño al acercarse a pocos metros de donde el agua impactaba contra el suelo y sentir esa fuerza. Cuando regresó estaba completamente empapado, le caían gotas de agua por la cara y por todo el chubasquero, pero estaba más contento que unas castañuelas.
Skogafoss es una visita imprescindible si vuestra ruta pasa por el sur de Islandia. Es una de estas maravillas de la naturaleza que te dejan hipnotizado mirándola y sintiéndola. El acceso en coche es súper sencillo desde la Ring Road y la visita os llevará una horita.
Una vez que terminamos con Skogafoss volvimos al coche para comenzar la marcha hacia nuestro siguiente destino, los Reynisdrangar y las playas de arena negra.
Las playas de arena negra de Vik y los Reynisdrangar
La playa de Reynisfjara es una preciosa playa de arena negra en cuyo lateral se encuentra un acantilado formado por columnas de basalto. Además, las vistas a los Reynisdrangur y la espectacular cueva de basalto (Hálsanefshellir) la convierten en una de las playas más bonitas de Islandia. Nuestra idea era ir a visitarla. Sin embargo, como en aquel momento no disponíamos de GPS, nos saltamos el desvío y acabamos en el pueblo de Vik. Una vez allí, decidimos acercarnos a la playa del pueblo para caminar sobre su arena negra. Descubrimos que desde la playa de Vík también se tienen unas bonitas vistas de los Reynisdrangur, tres columnas de lava negra de hasta 66 metros de altura situados en medio del mar y de las que cuenta la leyenda que se tratan de tres troles que se convirtieron en piedra al sorprenderles el amanecer. La playa de Vík también es bonita, pero viendo fotos, nos quedaríamos con Reynisfjara. En nuestro caso, como ya nos habíamos desviado, decidimos no retroceder, pero es un sitio muy recomendable. Una pena no haberla encontrado.
Ya de vuelta en el coche nos dirigimos hacia la espectacular cascada Svartifoss. En el camino con encontramos con unos inmensos campos de musgo. Tanta curiosidad nos produjo que paramos para verlo más de cerca. Este musgo es en realidad un liquen que crece hasta diez centímetros sobre las rocas. Es curioso notar su esponjosidad al pisarlo.
Antes de llegar a nuestro siguiente destino vimos de lo que era capaz la naturaleza en ese país. Cerca de allí se encuentra el glaciar Mýrdalsjökull (el cuarto campo de hielo más grande de Islandia). Coincide que justo debajo de él se encuentra el volcán Katla, que periódicamente explota a través del hielo inundando la llanura costera con una avalancha de agua, arena y tefra. Pues bien, unos días antes una avalancha se había llevado por delante uno de los puentes por los que teníamos que pasar, dejando solo parte de las columnas. Por suerte, habían reconstruido uno de madera por el que podían circular los vehículos de forma provisional.
El suelo de iglesia de basalto
Antes de llegar a Svartifoss hicimos una parada en Kirkjubæjarklaustur. Kirkjubæjarklaustur es un pequeño pueblo al que se llega sin desviarse de la carretera principal. Pese a ser pequeño, es uno de los principales de la zona, ya que tiene estación de servicio y supermercado, lo que le convierte en una parada común entre viajeros. Nosotros paramos allí para visitar una formación de suelo de iglesia llamado Kirkjugólf. El suelo de iglesia es una formación basáltica situada a ras de suelo que, por su estructura geométrica hexagonal, se asemeja al suelo adoquinado de una iglesia. Kirkjugólf se encuentra a apenas un kilómetro del pueblo, cerca de la carretera y sus vistas a los prados de flores y los acantilados de fondo son muy bonitas.
Si paráis en el pueblo también podéis acercaros a ver la cascada Systrafoss, que se encuentra en la propia localidad. No es nada del otro mundo, pero esta en medio del pueblo.
Tras una breve parada continuamos el camino en coche por la Ring Road. Desde esta carretera y antes de desviarnos hacia Svartifoss vimos por primera vez un glaciar, el Vatnajökull. Las preciosas vistas desde la carretera nos hicieron parar y disfrutar de él unos minutos.
Svartifoss, la cascada de basalto
A unos 140 km desde Vik y tras tomar el desvío por la 998 llegamos al aparcamiento de la ruta de senderismo que lleva a Svartifoss dentro del parque Parque Nacional de Skaftafell. Teníamos muchísimas ganas de llegar. La ruta es de aproximadamente 2 Km y es muy sencilla de hacer. El camino está perfectamente habilitado y señalizado. Además, por el sendero se tienen unas preciosas vistas de las tierras bajas, los antiguos acantilados, el glaciar Vatnajökull y de la propia Svartifoss desde las alturas.
El camino es de algo más de 30 minutos y al llegar estoy segura de que os vais a quedar embelesados, como nos pasó a nosotros. Svartifoss es una cascada pequeña, de unos 20 metros, completamente rodeada de columnas basálticas de lava negra. Cuando llegas allí sientes que estás en un escenario de película, parece mentira que la naturaleza pueda crear esas formas geométricas tan perfectas y que justo por en el medio pase una cascada. En Svartifoss merece la pena sentarse y disfrutar del entorno. Mucha gente la conoce como la cascada con forma de órgano y es que las columnas hexagonales a diferentes alturas recuerdan a los tubos de los órganos de las iglesias. Es un sitio muy especial y sirvió como fuente de inspiración para el arquitecto de la iglesia de Hallgrímskirkja en Reikiavik, de la que ya os hablé en el post «Qué ver en un día de visita a Reikiavik». Cuando nosotros estuvimos allí podías aproximarte a la cascada todo lo que quisieras, sin embargo, nos han indicado que en la actualidad hay una pequeña cuerda que limita la zona a visitar por conservación de la naturaleza.
Para el camino de vuelta se puede cruzar el puente y tomar un camino diferente al de ida. Por él vais a pasar delante de Hundafoss, otra pequeña cascada y de alguna casita con tejados de turba. El trekking es muy chulo.
Para nosotros, el parque Parque Nacional de Skaftafell es un sitio imprescindible, Svartifoss no es el salto de agua más alto, ni el más imponente, pero es un capricho de la naturaleza único y que no os podéis perder. Además, se encuentra muy cerca de la Ring Road y la visita os llevará poco más de un par de horas contando con el trekking.
Jökulsárlón, el lago de icebergs más famoso de Islandia
De vuelta, en el parking, regresamos a la Ring Road para dirigirnos a nuestro último destino del día, el lago de Jökulsárlón. Es un trayecto de unos 45 minutos desde el que vamos a tener unas preciosas vistas de varias lenguas del glaciar Vatnajökull, el glaciar más grande de Islandia y de toda Europa con 8.100 km2 de superficie helada. Existen empresas que realizan excursiones por alguna de estas lenguas de glaciar. Nosotros nos quedamos con las ganas porque no teníamos tiempo, pero según nos han contado, es una experiencia 100% recomendable.
Según nos íbamos acercando a Jökulsárlón el tiempo empezó a empeorar y cuando llegamos allí había tanto viento y lluvia que tuvimos que ponernos más capas de ropa que una cebolla para poder salir del coche. El tiempo en Islandia es muy cambiante, en unos minutos puede pasar de hacer fresquito y sol, a mucho frío, viento y lluvia. Esto fue lo que nos pasó este día, en apenas media hora el día cambió completamente. Tras ponernos tres pantalones y varias sudaderas salimos a ver la laguna. Jökulsárlón es un lago de reciente creación que apareció en 1935, aunque fue a partir de 1975 cuando duplicó su superficie hasta los 18 km2 actuales. Su formación se debe a la fusión del glaciar Vatnajökull y lo que le hace tan peculiar es que se encuentra repleto de icebergs que se desprenden de la lengua del glacial Breiðamerkurjökull.
Cuando nos bajamos del coche nos acercamos a la orilla para poder ver el lago con esos enormes bloques de hielo. Era la primera vez que veíamos icebergs y, si algo nos llamó la atención, fue ese color azul celeste tan mágico y esas formas tan peculiares… Verlos es incluso hipnótico. Los icebergs de Jökulsárlón pueden ser de colores muy variados, azul celeste, blanco, gris o amarillento. Esto varía dependiendo de la densidad del hielo o de las partículas que se acumularon entre nevada y nevada. Por ejemplo, los icebergs más azules son aquellos cuyo hielo es más denso. Por otro lado, las zonas grises y amarillas se deben al polvo volcánico, o azufre generado como resultado de una erupción, que se depositaron en su momento sobre la superficie del glaciar.
Recorrimos parte de la orilla para ver diferentes icebergs y, mientras nos hacíamos algunas fotos y antes de congelarnos, pudimos ver algunas focas jugueteando en el agua helada. Teníamos la idea de hacer una excursión en barco por el lago, pero como el tiempo era horrible, decidimos abortar misión y volver al día siguiente si hacía mejor. Cuando regresábamos al coche vimos como un iceberg se había acercado a una plataforma que se encontraba sobre el agua y no pudimos resistirnos a intentar subirnos encima. Era un iceberg bastante pequeño, por lo que teníamos que andarnos con mucho cuidado. Yo lo conseguí, pero Alberto casi se pega un buen chapuzón en aguas heladas.
Al volver al coche se puso a diluviar, por lo que decidimos ir al hotel en Höfn. Fue en este trayecto cuando nos pegamos un buen susto con el coche. Llovía tanto que los limpias no daban abasto y apenas se veía. Por suerte, pude darme cuenta de que unas luces iluminaban la ladera situada a la izquierda de la carretera. Reduje la velocidad y vi que había un coche que estaba intentando dar la vuelta en medio de la carretera. Estaban en perpendicular a la marcha y no se les veía nada. «¿Están locos? ¿Qué hacen?», pensé. Pero lo peor es que al dar marcha atrás, se salieron del asfalto y al pisar sobre la hierba mojada, el coche resbaló y comenzó a caer ladera abajo. Por suerte el coche se detuvo unos cuantos metros después. Menos mal que justo en esa zona no había un acantilado. De todas formas, nos asustamos muchísimo. Alber se bajó del coche para ver si se encontraban bien y resulta que eran un grupo de cuatro españoles que estaban intentando buscar un sitio en donde cenar y, cansados de buscar un pueblo, habían decidido dar media vuelta. Intentamos empujar el coche, pero era imposible. Por fortuna, un par de minutos después llegó un islandés con un súper-todoterreno y, muy amable, nos indicó que iba a llamar a un vecino que vendría con un tractor a ayudarles. ¡Con estos islandeses da gusto!
Dejamos a estos chicos en buenas manos y pocos minutos después llegamos al hotel. Estábamos muy cansados, mojados y con frío, por lo que nos quedamos dormidos casi antes de meternos en la cama. Había sido un día intenso lleno de cascadas, playas negras, glaciares e icebergs, ¡otro gran día en Islandia!
Mapa del sureste de Islandia
A continuación os dejamos un mapa con los puntos de interés del sureste de Islandia que visitamos durante nuestro cuarto día en el país, además de otros que también puedes visitar (marcados en amarillo).
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