Amanecía en la selva y con los primeros rayos de Sol acariciando nuestra cara nos desperezábamos. Levantamos la vista y veíamos como río arriba asomaba el Sol. Un espectáculo al que acompañaron los cantos de cientos de aves. Fue algo sencillamente increíble. Toda estaba en calma, tranquilo, esperando a ser admirado. Fue un momento muy especial para nosotros.
Al cabo de un rato empezamos a oír movimiento en la parte inferior del barco, nos cambiamos, nos quitamos las legañas y casi sin darnos cuenta ya teníamos encima de la mesa el desayuno. Para empezar el día con fuerzas nos pusieron un pancake, un par de tostadas, mantequilla y mermelada, huevos revueltos, un zumo y te. Soltaron amarras y comenzamos nuestro camino hasta el siguiente campamento. Mientras, disfrutamos de un buen desayuno en un entorno inmejorable.
Los orangutanes del campamento Pondok Tangui Station (PN Tanjung Puting, Borneo)
Al poco tiempo llegamos al embarcadero del segundo campamento, Pondok Tangui Station. No pusimos las botas y junto a nuestro guía volvíamos a adentrarnos en el interior de la selva. En esta ocasión tuvimos que caminar bastante menos para llegar al punto de alimentación. ¡Qué bien, otra vez íbamos a estar delante de orangutanes!
Cuando llegamos al claro, vimos que el espacio era bastante más reducido que el del día anterior. Íbamos a poder verlos mucho más de cerca, aunque seguro que no más que el macho alfa del día anterior. No creas que nos sentíamos inseguros por estar más cerca, ni mucho menos. Los orangutanes iban a estar a lo suyo, zampando, como para fijarse en esos «larguiluchos con poco pelo que les miraban continuamente». Al llegar cogimos posiciones y esperamos pacientes a que llegasen.
Una vez más, a la hora establecida y tras los silbidos del ranger, aparecieron los primeros orangutanes. Como a la llamada de una madre, «Niños, a comer», los orangutanes acudían a su cita diaria. En esta ocasión uno de los primeros en llegar fue el macho alfa de la zona. Menudo ejemplar, era enorme. Al igual que el día anterior había madres con sus crías, machos (que guardaban las distancias con el macho alfa), orangutanes jóvenes (los más juguetones y revoltosos)… Allí había comida para todos.
En esta ocasión aparte de los plátanos y la yuca, también les daban leche. Pero a diferencia del día anterior, había uno que acaparaba la mayor parte de la comida. El macho alfa estaba sentado en el centro de la plataforma comiendo plácidamente un plátano tras otro. Nadie le iba a echar de allí. El resto cogían los plátanos cautelosos y lo más alejados posible de él, no fuese a ser que se enfadase.
Una vez más, el estar allí tranquilamente, simplemente viendo a los orangutanes comer, trepar por los árboles o jugar entre ellos, nos hacía tener una sonrisa de oreja a oreja. Nunca habíamos vivido algo así, era una experiencia increíble.
Tras apurar nuestro tiempo allí todo lo que pudimos, nos fuimos con nuestro guía a dar una vuelta por los alrededores. Mientras caminábamos y charlábamos, él fue cogiendo algunas hojas de helecho. ¿Para que querría eso? No teníamos ni idea. Con la duda en la cabeza, y tras una breve caminata, llegamos a nuestro klotok y pusimos rumbo al tercer y último campamento.
Navegando por los ríos de Borneo en klotok
Poco duró la incógnita de las hojas de helecho cuando vimos a nuestro guía entrelazando los tallos de las hojas. Después de un rato vino a nosotros con un regalo para cada uno. Nos había hecho un anillo para mí y una pulsera para Lena con los tallos del helecho. Bueno, en realidad con el corazón de los tallos del helecho, unas fibras marrones y mucho más duras. Nos quedamos con la boca abierta, eran tremendamente bonitos. No se veía dónde estaba el inicio, ni el fin de los tallos; menuda destreza. Eran unas auténticas obras de arte y todo un detallazo por su parte.
Mientras nos tomábamos un almuerzo en la proa del barco veíamos como el paisaje volvía a cambiar. El río se estrechaba considerablemente y el agua cambiaba su color turbio por uno casi negro. Le preguntamos al guía que si aquí el agua estaba más contaminada y nos dijo que era todo lo contrario. El agua era muy pura y ese color negro se debía a las partículas en suspensión y sedimentos que tenía el río por la vegetación. Era curioso porque al ser completamente negro reflejaba perfectamente, parecía como si estuvieses delante de un espejo.
Los orangutanes de Camp Leakey (PN Tanjung Puting, Borneo)
Tras recorrer el río, mucho más agosto a esta altura, llegamos al embarcadero del último campamento que visitaríamos en nuestra expedición en Borneo, Camp Leakey. El más importante y antiguo de los campamentos existentes en el Parque nacional de Tanjung Puting.
En los muelles del campamento nos estaban esperando un par de jóvenes orangutanes jugando entre las maderas. También había por la zona unos macacos de cola larga sentados tranquilamente. Pese al recibimiento que nos habíamos tenido tendríamos que esperar, todavía no era la hora de bajar del barco, sino la hora de comer. Unas tortas con camarones, algo de carne, vegetales algo picantes, arroz blanco, manzanas y unos dulces que no terminé de distinguir lo que eran conformaban el menú de esta ocasión. Estábamos comiendo de vicio estos días. Así da gusto.
Tras una breve sobremesa llegó la hora de apearse del klotok y comenzar la caminata hasta Camp Leakey. Al lado de las primeras casas del campamento había unos voluntarios extranjeros trabajando para construir lo que parecía ser un cobertizo. En una de esas cabañas de madera había una pequeña exposición sobre la fauna de la zona. Como cabía esperar, se centran en el orangután. Una parte curiosa, es en la que se muestra el árbol genealógico de los machos alfa de Camp Leakey. Hoy el rey del lugar es Tom, un ejemplar enorme que destrono a su padre tras una pelea. Desde aquella fecha, y aunque sobrevivió, no se volvió a saber nada del padre.
Dejamos el campamento atrás y fuimos al punto de alimentación. Llegamos de los primeros, así que nos pusimos en una buena posición y esperamos pacientemente a que llegasen los orangutanes. Por el momento solo había unos jabalís barbados esperando poder zampar algo de lo que se les cayese de la plataforma.
Bueno, cuando te decía que esperamos pacientemente me refería a mí. Hubo un momento en el que Lena se cansó de esperar y se fue a dar una vuelta y hacer fotos a los alrededores en lo que llegaba la hora. Estaba entre los árboles, cerca del camino, cuando de repente un hombre se giro y sin decir nada le señala hacia arriba. ¡Había un orangután! Se puso a hacerle fotos sin parar, pero de repente el hombre le volvió a avisar y le dijo que mirase a su derecha. Lena giró la cabeza y en un primer vistazo solo vio árboles, aunque veía una mancha grande muy cerca. ¡Era un orangután a menos de un metro! ¡!Solo le separaba de él un par de finos troncos! De inmediato se dió la vuelta y se fue de allí. ¡Piernas para qué os quiero! Yo lo único que vi, fue a Lena aparecer por el camino corriendo a la voz de «¡Un orangután!». La gente se desconjonaba.
A la llamada de los rangers empezaron a llegar los orangutanes desde todas las direcciones, incluso llegó una madre con dos crías que no paraban de jugar. Estábamos abobados viendo cómo se divertían, fue una escena muy tierna. Poco a poco, machos, hembras y crías se iban surtiendo del banquete que les habían preparado los rangers. ¡Plátanos, yuca, leche y naranjas para todos! (láase como Iniesta en el anuncio de Kalise).
De repente, apareció un invitado inesperado, un gibón. Este simio de brazos extralargos llegó moviéndose como un acróbata circense. ¡Menuda agilidad! Parecía que la gravedad no le afectase, era espectacular verle como saltaba y trepaba por los árboles. Sabía que en la plataforma había comida, pero tenía que hacerlo rápido, ya que era arriesgado permanecer mucho tiempo allí. Alguno de sus hermanos mayores se podría enfadar si les robaba la comida. Evaluó la situación y rápido como una bala bajo, cogió todos los plátanos que pudo y volvió a subirse a la seguridad de las ramas de los árboles. Tal y como vino, se fue, dando una lección de agilidad a los presentes.
Los que venían en grupos empezaron a irse y solo nos quedamos allí las parejas. Siendo ya mucho menos gente volvió la calma y el silencio. Ahora podíamos disfrutar de una manera más íntima de aquel momento y hacer fotos sin preocupaciones de molestar a nadie.
Una chica y yo estábamos detrás de un tocón de un árbol fotografiando a unos orangutanes cuando de repente un orangután vino por detrás y, rozando a la chica, paso a menos de un metro de mi como si no les importase lo más mínimo nuestra presencia. ¡Se me pusieron los pelos de punta! Había venido a comerse unos platanitos y para él, nosotros simplemente éramos parte del paisaje.
Tom el gran orangután macho alfa de Borneo
Cuando parecía que nos íbamos a ir de allí sin ver a Tom, el gran macho alfa, los guías vinieron y nos dijeron señalando a los árboles, «macho grande». ¡Sí! ¡Tom había aparecido! El macho alfo del Parque nacional de Tanjung Puting. Era descomunal, bastante más grande que el macho alfa con el que nos habíamos cruzado el día anterior.
Al principio Tom nos dio la espalda, parecía que no quería que nadie le hiciese ninguna foto. ¿Qué pasa, no se había arreglado esa mañana? Pero pasado un rato, y tras zamparse un montón de plátanos, perdió toda vergüenza y se dio la vuelta. Las facciones de la cara impresionaban. No te lo había comentado, pero esa es una característica clara que diferencia a los machos adultos de las hembras y de los machos jóvenes. En la cara les aparecen unas protuberancias que hacen que su cara se aplane. De hecho, cuanto mayor sea el tamaño de estas protuberancias, mayor es el poder del macho. Cuando son muy grandes y el macho es muy poderoso estas protuberancias tienden a cerrarse sobre la propia cara. Pues bien, si te fijas en la cara de Tom verás que era un macho muy poderoso.
Atardecer en la selva de Borneo
Después de hacerle un book fotográfico al rey de la selva llegó la hora de marcharse. A bordo de nuestro querido klotok pusimos rumbo río abajo para volver a Kumai. El camino era largo, así que todavía tendríamos tiempo de disfrutar un poco más de la selva de Borneo. Estaba atardeciendo y tanto los monos narigudos como los macacos volvían al cobijo de las copas de los árboles de la ribera.
Durante esos últimos momentos, mientras el Sol se ponía, intentábamos saborear cada instante de esa maravilloso Lugar mientras hubiese luz.
Ya era de noche y seguíamos navegando río abajo, dejando atrás a otros klotoks amarrados a la orilla. Creía que la selva no tenía nada más que ofrecernos, pero estaba equivocado, aún quedaba una de cal y otra de arena. Estaba tranquilo mirando hacia la orilla, cuando de repente y en cuestión de centésimas de segundo vi como un «avisponejo» (una avispa del tamaño de un conejo) se acercaba a mí y me picaba en el brazo. ¡Madre mía qué dolor! Después de conseguir pasar los días en la selva sin ninguna picadura me pica un bicharraco de estos, qué mala suerte. Se me hincho bastante y dolía como mil demonios, pero por fortuna no fue a más.
Después del incidente con el «avisponejo» nos pusieron la cena. Unas sopas, pescado frito, carne, vegetales salteados, arroz blanco y mango, fue el menú en esta ocasión y como de costumbre estaba todo riquísimo. Terminamos de comer y el klotok todavía seguía en marcha, no nos habíamos detenido. El guía nos tenía guardada una sorpresa.
– El guía (G): ¿Habéis visto alguna vez una luciérnaga?
– Lena (L): Sí, en el pueblo alguna vez.
– El guía (G): (sonriendo) Pero, ¿cuántas a la vez?
– Lena (L): Eh, pues no sé, una o dos.
– El guía (G): Pues hoy vais a ver cientos.
– Lena (L): ¿¡Qué!?
Nos quedamos a cuadros cuando nos dijo que íbamos a ver cientos de luciérnagas. Pensamos que le habíamos entendido mal. Estábamos llegando a la zona de palmeras que habíamos visto el primer día cuando de repente vemos que una de ellas parece un árbol de Navidad. ¡Eran luciérnagas! La palmera estaba llena. Era un auténtico espectáculo ver como brillaban de manera intermitente. Fue algo que no nos esperábamos y nos dejó con la boca abierta. Encima, para rematar, seleccionaron una zona para amarrar el barco dónde había varias de ellas de estos curiosos insectos. No podía haber una mejor visión para irse a la cama que esta.
Camino de vuelta al aeropuerto de Pangkalan Bun
Nos levantamos temprano y tras un desayuno como el del día anterior, pusimos rumbo a la ciudad portuaria de Kumai. Decíamos adiós a una de las mejores experiencias viajeras que hemos tenido nunca. Sentados en la proa del klotok tratábamos de guardar a fuego en la memoria todo lo que habíamos vivido esos días. Había sido algo inolvidable.
Mientras mirábamos los barcos amarrados en el puerto de Kumai, las casas de pescadores y demás, nos llamó la atención que de vez en cuando veíamos edificios enormes sin casi ventanas (solo una arriba) y de los que se oía el piar de miles de aves. Le preguntamos al guía que si aquello eran fábricas, granjas o algo así y nos dijo que eran «fábricas de nidos de golondrinas». Sí, allí anidaban miles de golondrinas de las que se extraían sus nidos para hacer las famosas y tremendamente caras sopas de nido de golondrina.
Tras despedirnos de la tripulación, nos llevaron en coche hasta el aeropuerto de Pangkalan Bun en coche. Aunque es un aeropuerto muy pequeño íbamos a intentar encontrar una tienda que vendiese imanes de viaje de allí. Pintaba como una tarea imposible cuando de repente nos encontramos con una microtienda que vendía unos orangutanes de fieltro con un imán detrás. Menuda suerte, nos compramos uno (30000 IDR, unos 2 €) y nos fuimos a la zona de embarque.
El vuelo que cogíamos a Surabaya (2.001.400 IDR, unos 136€ los dos) salía con retraso. Nosotros no teníamos ningún problema, ya que nos estarían esperando hasta que llegásemos, pero algunos de los turistas que estaban allí se vieron en un gran apuro. Según nos decían, al poco de aterrizar en Surabaya tenían que coger otro vuelo. No sabemos cómo terminó su historia, pero lo que sí que te podemos decir es que si no quieres llevarte sustos como estos no enlaces vuelos con uno que salga de Pangkalan Bun, los retrasos son muy comunes.
El resto del día os lo contamos en una próxima entrada. Dejábamos atrás la selva de Borneo para dar paso a la zona de volcanes del centro de la isla de Java.
Mapa detallado del PN Tanjung Puting de Borneo
Os dejo un mapa con los puntos de interés de esta zona la selva de Borneo.
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Hola! me podrías decir la hora aproximada a la que cogisteis el vuelo a Surabaya tras acabar la excursión en klotok? muchas gracias y enhorabuena por tu blog, nos esta sirviendo de gran ayuda para organizar nuestro viaje
Hola Elena! Te la puedo decir exactamente, que aún tengo los papeles de los vuelos, jeje. El vuelo salió del aeropuerto de Borneo a las 9.55 y llegamos a las 10.55 a Surabaya (aunque todo fue con algo de retraso sobre lo previsto).
El hecho de que te vuelo salga a una hora u otra, hará que la última noche el klotok amarre más cerca del puerto o no, y que se madrugue más o no.
Un saludo.
Hola! lo primero de todo enhorabuena por el blog. estamos organizando un viaje para indonesia y noes esta sirviendo de mucha ayuda.
quería preguntarte dos cositas: si al llegar a Surabaya es posible contratar transporte alli directamente para que nos lleve a Madakaripura y después a Bromo.
segundo: si de bromo a Ijen crees que alli se puede pagar a un conductor para que nos lleve.
muchas gracias y muy buen trabajo con el Blog! 🙂
Hola Christian.
La verdad es que no te podría asegurar nada, ya que nosotros lo teníamos ya cerrado antes de ir allí. Puedes probar a preguntar a la llegada a los taxistas que andan por allí o sino buscar en la propia ciudad de Surabaya que seguramente haya agencias locales que ofrezcan estos servicios de transporte (es una ciudad bastante grande).
En cuanto al recorrido Bromo-Ijen ocurre lo mismo, nosotros teníamos todo el recorrido ya contratado con una empresa de allí antes de aterrizar, así que no te sabría decir exactamente. Supongo que acabes encontrando a alguien que te lleve hasta allí, pero no te lo puedo asegurar.
Un saludo.